Noto su mano sobre mi muslo, una mano inerte, muerta, carente de cualquier tipo de
sensación, sobre un muslo
inerte, muerto, que no siente nada... no nos miramos, ninguna palabra es pronunciada. Y por fin tiene que cambiar de marcha, dejo de sentirme como un mueble. Barajo la posibilidad de hacerle una mamada, cuando fue la
ultima vez que se la mamé en el coche,
ni siquiera lo recuerdo, pero eso no sería convencional, se
saldría de la rutina... deshecho la idea,
anticipándome a ese ya tan familiar...
estate quieta, no es el momento, no me apetece, o cualquiera de similar significado... Para su coche, es hora de que los reclusos
vuelvan a sus celdas, y llega el momento de la despedida; cruce de miradas y beso
rápido, de rigor, de compromiso, de rutina. Antes porque fumaba, ahora porque no.
Escucho una
vocecilla que me llama ...
chica infeliz... busco hasta llegar al
cajón de la mesilla y veo unos maltrechos cigarrillos que me reclaman, me recuerdan que han permanecido donde los deje esa tarde de agosto, cómo olvidarlos (ellos nunca me
fallarían)...